Quizá te ha pasado: llega un momento tranquilo del día, te quedas solo o sola, sin distracciones… y en lugar de sentir calma, sientes incomodidad. Tu cuerpo está quieto, pero tu mente se acelera.
Pensamientos que habías conseguido esquivar todo el día aparecen de golpe: dudas, miedos, críticas internas, recuerdos que te remueven. Y entonces, haces lo que muchas personas hacen: buscar ruido. Abrir redes, poner música, encender la tele, hablar con alguien, mirar el móvil… cualquier cosa que te distraiga de lo que estás sintiendo.
“Cuando me quedo en silencio, pienso demasiado”
Esta frase es más común de lo que crees. No significa que tengas un problema. Significa que tu mente está buscando un espacio para ser escuchada, y como no lo ha tenido en todo el día, lo reclama en cuanto puede.
Vivimos con un nivel de estímulo constante. Y muchas veces, ese “siempre estar ocupados” nos protege de sentir lo que nos duele. Pero evitar tus pensamientos no los elimina. Solo los aplaza. Y cuanto más los evitas, más intensos parecen cuando aparecen.
Estar solo contigo no es el problema. El problema es lo que aparece cuando nunca te escuchas.
Y aquí no se trata de forzarte a hacer silencio durante horas, ni de “meditar hasta dejar la mente en blanco”. Se trata de reaprender a estar contigo mismo sin miedo, con amabilidad. Como lo harías con alguien que quieres.
Dos ideas para empezar a sentirte mejor:
- Empieza por 5 minutos al día de silencio intencional. Apaga el móvil. No pongas música. Solo siéntate, respira, y observa qué aparece en tu mente. Sin juzgar. Solo observar.
- Escribe lo que piensas. Sin filtros, sin corregir. Poner en palabras tus pensamientos te permite entenderlos, tomar distancia y descargar tensión.
Estar contigo mismo no debería dar miedo.
Debería darte paz.
Y si no sabes por dónde empezar, no pasa nada: la ayuda profesional también es una forma de escucharte 🩷
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